LA ÚLTIMA MUSA DE JULIO ROMERO DE TORRES.
María Teresa López González (1913-2003) se convirtió con tan solo quince años en su modelo más famosa, al posar para la obra maestra del pintor cordobés. Testamento pictórico, fue el último lienzo que terminó el artista antes de su muerte. Ojos negros, profundos como un precipicio, medias de seda, zapatos de tacón, la dulzura de un hombro desnudo, con una badila en las manos y un brasero de picón ardiendo entre las piernas, la delicadeza y la perdición del erotismo, el pecado y la virtud. La inmensa fama de aquel cuadro arrasó con la vida de la adolescente. Córdoba, ciudad ingrata, estalló con el escándalo, las habladurías, los insultos, el desprecio y la humillación. Todo era mentira, pero para poder seguir respirando tuvo que marcharse y ganarse la vida como costurera. Aquella niña que empezó cobrando tres pesetas por sesión para ayudar en la economía familiar, sirvió de inspiración para otros muchos cuadros: «Carmen», «Bendición», «Mujer de Córdoba»,»Angeles», «Coplas y leyendas»,»Bodegas Cruz Conde», «La niña de la jarra», el inacabado «La monjita» y «La Fuensanta», recuperado en 1953 por el Banco de España, donde su rostro fue usado en billetes de cien pesetas que pasaban de mano en mano, de bolsillo en bolsillo, de monedero en monedero hasta 1978. Símbolo universal en marcas publicitarias, sellos postales, carteles, almanaques, libros… y nunca nadie le regaló nada, sin agradecimientos, sin reconocimientos ni derechos de imagen. Murió sola, pobre y olvidada en un asilo a los 89 años.
Gracias Myriam por darme toda la preciosa luz que te iluminaba por dentro (Oliver) sin saberlo. Eliecer.